El espacio condiciona el proceso de enseñanza-aprendizaje. Seguimos dando clase en aulas fabriles que se alejan de las necesidades del alumnado del siglo XXI.
Solo se puede aprender haciendo y lo que está en juego en los procesos de aprendizaje está mucho más ligado a la actitud que a la aptitud.
Si cambiamos los contenidos y las metodologías hay que cambiar la arquitectura. El aula debe transmitir horizontalidad, flexibilidad y ausencia de violencia jerárquica.
La organización del mobiliario comunica conceptos que nos afectan de manera práctica.
Somos un cuerpo en un espacio y el mobiliario contribuye de manera directa a sentirnos bien con nuestro cuerpo.
Es igual de importante distribuir el mobiliario y sentir la libertad para poder llevar a cabo una disposición adecuada a las necesidades del proceso enseñanza-aprendizaje. Disponerlo en círculo o semicírculo, por ejemplo, fomenta los flujos de comunicación.
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